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Templo de la concepción


templo de la concepción

Esta historia que se desarrolla en el siglo XVIII, narra la vida de dos personajes de los primeros tiempos de la Gobernación de Cuenca, el gobernador Joseph Antonio Vallejo y Tacón y el espadachín Juan Mariano Zabala y Alvarado. Cuando Vallejo se posesionó como gobernador ante el Cabildo de Cuenca el 13 de Diciembre de 1777 tenía 35 años y era soltero. Durante su gobierno, Vallejo realizó acciones que encaminaron el progreso urbano de Cuenca y se le consideraba un hombre que ejercía su cargo con dignidad, altura y severidad. Se puede considerar que durante este gobierno, hubo una época de adelanto tanto en el campo moral como en el cultural y social. Entre las obras durante su gobierno se “dictó una serie de disposiciones en cuanto a la administración municipal, organizó la policía, dispuso normas de higiene, mando empedrar las calles de la ciudad, uniformó a las milicias, puso en regla a los desocupados, vagos y pendencieros, persiguió a todos cuantos le parecían elementos perjudiciales para la sociedad y en una palabra abrió con su acción el camino del progreso urbano de Cuenca, a tiempo que vigilaba severamente porque se observase en la ciudad normas morales y de convivencia pacífica...”(Palacios, 453-454). Por otra parte también se incrementaban los recelos hacia el Gobernador ya que desde que éste inicio su mandato impuso severidad en todos sus actos, dando una imagen de ser un personaje incorruptible y severo, lo que a su vez le creó gran número de resistencias en todas las clases sociales. En la clase social pudiente se crearon resentimientos ya que fueron obligados a pagar las deudas que tenían con las Cajas Reales por concepto de tributos no satisfechos, mientras tanto las clases populares se hallaban insatisfechas ya que se les cortó con toda energía sus desafueros por ejemplo prohibió la embriaguez y el cotidiano trasnoche, los juegos ilegales, los bullicios y disputas callejeras. Por su parte el espadachín Zabala era hijo de Juan Ignacio Zabala y Josefa Alvarado, quien falleció cuando el apenas tenía tres años. Al quedar huérfano, fue adoptado por su tía Magdalena Alvarado quien lo crió como si fuera su propio hijo. Un rasgo característico de este personaje es que siempre andaba con su espada al cinto y es de ahí precisamente de donde viene el apodo de espadachín. Para 1779, Zabala se había convertido en uno de aquellos sujetos a los que Vallejo perseguía debido al número de quejas que había tenido en su contra, por ejemplo, dar de bofetadas a un cura, deshonrar a varias doncellas, sustraerse las joyas de la Virgen de un templo, armar broncas, etc. Sin embargo el cargo fulminante era sin duda el hecho de que se había fugado de la cárcel limando los barrotes protectores. El desenlace de la historia se da cuando el jueves 23 de diciembre de 1779 pasadas las tres de la tarde, mientras Vallejo a caballo, se dirigía al centro de la ciudad, por la calle de El Chorro (ahora Borrero), con el Alguacil Eugenio de Arteaga, pudo divisar en un salón de billares ubicado en aquel entonces (frente al actual templo de San Alfonso, ahora Borrero y Bolívar, a dos cuadras antes de la Iglesia de la Concepción) al personaje que inquietaba su gobierno y a la ciudad, el espadachín Zabala. Acto seguido el alguacil recibió la orden del Gobernador de capturarlo y, el oficial experto en su oficio, fue por el zaguán para sorprenderle in fraganti, mientras el Gobernador se quedó esperando en la puerta del salón para evitar que escape. Sin embargo, el espadachín se las sabía todas y más aun tratándose de fugas y se esfumó en las propias narices de la autoridad rumbo al convento de las Conceptas (actuales calles Córdova y Borrero) donde intento acogerse en el templo, pero su plan fracasó ya que el convento se encontraba cerrado. Detrás de él estaba el Gobernador, sobre el caballo, ordenándole declararse preso. Pero el espadachín dio la vuelta para tomar por la calle que sube hacia la plazoleta de San Francisco pero en su intento, una bala le atravesó el pecho. Cuando el alguacil fue a recogerlo para tomarlo preso, lo encontró muerto. La bala le había causado en el pecho una herida mortal. “El gobernador se asustó, pero no perdió ni su valor ni su energía: mandó llevar el cadáver a la policía y dispuso que se practicara el reconocimiento” (Lloret, 2009:46). La muerte del espadachín fue un caso que pesó mucho sobre Vallejo ya que luego de esto, el Cabildo desconoció la autoridad del Gobernador a causa de la muerte de Zabala y tuvo conflictos judiciales. “En febrero de 1780 la Audiencia de Quito le suspendió del cargo, confinándole a Alausi mientras se ventilaban el proceso pero, a la postre, por la influencia Real a su favor, fue restituido en octubre siguiente, hasta terminar su periodo en 1784 (…) en 1792 fue conminado a presentarse en a la Audiencia de Quito para escuchar la condena por el asesinato, pero una cédula real de 1793 le perdonó. Una segunda vez fue alejado temporalmente del cargo por el crimen contra Zabala, pero también fue liberado de culpa. Un documento de la Audiencia consignó su intervención en términos históricos: una cosa es el perdón del Rey y otra la resolución de la Audiencia. Ésta cumplió con su deber y aquel usó de su prerrogativa: pero la justicia, al menos en principio, quedó a salvo” (Lloret, 2009:40). Finalmente se conoce que el Gobernador Vallejo falleció en Cuenca en el año 1803. En fin la historia del Espadachín Zabala y del Gobernador Vallejo es un testimonio histórico de gran interés que incluso han sido la inspiración para algunos literatos como Luis A. Moscoso Vega quien entusiasmado con esta historia escribió la novela “El Espadachín Zabala” con la cual ha inmortalizado la historia de estos dos personajes. Bibliografía · Lloret, Gustavo. Museo de las Conceptas Un testimonio histórico. Cuenca-Ecuador, 2009 · Tello Espinoza, Rolando. El alférez Vallejo y el Espadachín Zabala.AVANCE. · González Suárez, Federico en Lloret, Gustavo. Museo de las Conceptas Un testimonio histórico. Cuenca-Ecuador, 2009.


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