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Los trenes viejos usados para los viajes

Son viejos llenos de viajes, en los talleres de los Ferrocarriles en Riobamba a pocos metros de la Plaza La Estación, (Plaza Alfaro le dicen los de la Revolución Ciudadana) descansan, entre rieles y polvo, recuerdos de pasajeros que viajaron y disfrutaron del trayecto, que unieron la sierra y la costa en el ferrocarril, el tren, el mixto el autoferro, en primera, segunda o el de carga.



Son fierros viejos que registran el peso ferroviario que hubo en la ciudad, hoy son un montón de chatarra, pero antes fueron mecanismos de movilidad del siglo 20, determinantes en el desarrollo cotidiano de la ciudad y el país.


Eran otros tiempos y a Riobamba llegaba el tren y producía fiesta, estaban los pasajeros de la costa huyendo del invierno y los serranos queriendo conocer Durán yn Guayaquil, venía los periódicos el Comercio y el Universo que no importaba leerlo en las tardes, pero también llegaba las frutas de la costa, mientras que estaba listo para el enganche el tren de las coles, lleno de productos de la sierra para los “monitos”.


Trenes viejos que estuvieron al mando de los admirados maquinistas, con los agenciosos brequeros y controladores, auxiliados por los carrilanos, esperando agua y carbón para seguir las paralelas, iluminados por las petromax que las halaban el personal de turno.


En sus estrechos pasillos los registros de movimiento permanente, del cobrador perforando el boleto y los niños tratando de jugar y estorbando a los mayores hasta que venía la repelada.


Miro esas ventanas y me imagino el tour gastronómico que representaba cada estación, por ello se pasaba el buen hornado de Guamote y el arroz con huevo en Huigraservido en hoja de col, para que las caseras no pierdan el plato, desde las ventanas los saludos y risas de bienvenida, las lágrimas y melancolía por la partida, los “besos volados” de los mozuelos enamorados y después de unos años rubios turistas saludando a unos mestizos y campesinos.


Es el tren el de tu infancia el que sonaba duro y querías algún momento manejarlo uno; ese que cuando más joven te subías y bajabas “al vuelo” y le dejabas ir con pena, pero te duraba poco por que llegaba la alegría de que las rieles eran tuyas para que en cambio sueñes con ser el mejor equilibrista para ir al circo mexicano la próxima vez que lleguen a la ciudad y conocer el mundo.


Ni manejé el tren, ni me llevó el circo, estoy aquí escribiendo lo que me llena de nostalgia y me hace bien Riobambeño esos recuerdos de trenes grandes, flamantes que son parte definitiva de La Riobambeñidad



By. Marcelo Jijon Paredes, EDITOR

Fuente: EL Diario de Riobamba




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